Una veintena de sardinas frescas y no demasiado grandes,
medio vaso de aceite de oliva, medio vaso de vinagre, 100 g de pan rallado, sal y pimienta. Decapitar las sardinas, vaciarlas y quitarles
las aletas y la espina central, tras lo cual se lavan bien en agua corriente y se secan con un paño de
cocina.
PREPARACIÓN:
Poner en una cazuela no demasiado grande, untada de aceite
de oliva, una capa de sardinas; cubrirlas con una de pan, sazonar con sal y
pimienta, rociar de aceite de oliva y
salpicar de vinagre.
Colocar a continuación una segunda capa de sardinas
aderezándolas del mismo modo.
Disponer todavía una tercera capa, e incluso una cuarta si
se tienen suficientes ingredientes, rociándolas siempre con aceite de oliva y vinagre. Poner la cazuela sobre fuego medio
y, cuando se observa que la parte inferior de la tortada va adquiriendo color, tapar
la cacerola, reducir la llama y proseguir la cocción durante quince minutos.
Volcar la cacerola en una fuente o bandeja a los pocos minutos de retirarla del fuego.