Se coloca el solomillo en un recipiente en el que entre
justo, se rocía con 50 g
de mantequilla fundida y se cuece al horno durante unos cuarenta minutos, de
manera que quede rosado por dentro.
Se salpimenta sólo al terminar la cocción. Mientras tanto,
se pone al fuego una pequeña cazuela con 30 g de mantequilla, se deja fundir y se
incorpora la harina, removiendo rápidamente para evitar la formación de grumos.
En cuanto la mezcla haya adquirido un bonito color dorado,
se diluye con un cuarto de litro de caldo caliente, se sala y se sigue
removiendo la mezcla hasta que esté ligeramente espesa; al llegar a este punto
se añaden los champiñones bien limpios, cortados a rodajitas y pasados antes
por la sartén con el resto de la mantequilla, más las cebollas picadas y el
vino de Madeira.
Se prosigue la cocción sin dejar de remover hasta que la
salsa se haya espesado.
Manténgase la salsa en lugar caliente. En cuanto el
solomillo esté cocido, se corta en lonjas y se condimenta con la salsa.
Se sirve rodeado con los tomates asados al horno.